-¿¿¿¿A NEILAAA???? Pero qué me estás contando si ahí no hay ni luz, ni agua… que nos morimos ya te lo digo yo.
+A ver colegas que no está tan mal, sois unos tolilis.
-Yo me voy a seguir quejando ya sabéis… el jacuzzi sigue teniendo mejor pinta.
Y aún con esta negativa aparecimos en Neila, eso sí con muchas ganas de pasarlo bien y aceptando que el jacuzzi no era viable. El objetivo principal de nuestro campamento era acabar con el ideario ya que siendo diez miembros en el clan es difícil que coincidamos todos, y el campamento era el momento perfecto. Y sí… ¡¡¡conseguimos acabarlo!!! Además de eso, también nos lo pasamos genial. Con esta panda de tolais es complicado no hacerlo.
Y así conseguimos otro objetivo, crear ese sentimiento de clan que ya se venía fraguando desde antes de un campamento de navidad tan musical.
Quisimos ambientar parte del campamento en nuestro marco simbólico, los indios, e hicimos una “totemnización india”, que consiste en asignar a cada persona un animal que lo defina. Sorprendentemente, todos nos sentíamos identificados con nuestro animal. Para seguir con la ambientación, realizamos un taller de talla en madera para aprender y hacer un tótem de clan.
Las plantaciones se han vuelto nuestra especialidad, empezamos en Fresno, y en Neila perfeccionamos la técnica. Quisimos buscar algo de voluntariado medioambiental y desde la Casa del Parque de Neila nos propusieron replantar una zona cercana al pueblo. Además de tooodo esto, nos apetecía conocer aún más las lagunas de Neila (a pesar de que el refugio estaba enclavado en plena laguna de la Cascada) e hicimos una marcha de una mañana que consistió en ascender a la laguna Negra. Una vez allí arriba, también teníamos que trabajar nuestra progresión personal y qué mejor momento que reflexionar con ese espectacular paisaje.
Tanta actividad nos dio hambre y como no, nos aventuramos a hacer un concurso de tortillas de patata… digamos que alguna quedó un pelín cruda pero como ya he dicho, había hambre y nos la comimos. Sin duda, nos llevamos con nosotros esas noches de charlas interminables en torno a la hoguera, los paisajes (y los ciervos) que vimos, los momentos juntos… y tantas cosas más que si nos ponemos a entrar en detalles ocuparían demasiadas hojas.
Y con esto un bizcocho, el clan de Pitu (próximamente puede que os informemos de algunos cambios) se despide hasta el próximo finde a las ocho… que nooo a las cuatro y media.